Las sonrisas refugiadas de Camerún

sonrisas refugiadas de camerún

 

“Nos dedicábamos a cultivar maíz, miel, judías blancas y cacahuetes para nosotros”. El sol cae en la clínica de odontología de Bengbis. Martha y Hannatou echan el cierre a un día más. Son las cinco de la tarde y rodeadas de sus hijos, nos cuentan su historia. Ambas han huido de la violencia de Boko Haram en el pueblo en la tierra que las vio crecer, Tourou. Ahora trabajan como protésicas e higienistas dentales refugiadas en esta clínica del sur de Camerún junto a Zerca y Lejos. Siempre sin perder la sonrisa.

Hannatou conocía a Martha pero Martha no conocía a Hannatou, pese a vivir en la misma ciudad, N’drock. Hannatou veía a Martha cosiendo la ropa, ya que también era costurera. La polio ha acompañado a Martha durante toda su vida, motivo por el cual fue discriminada por su marido durante años. Sin embargo, su fuerza de voluntad la ha permitido criar a una familia de cinco hijos y formarse como higienista dental abriendo junto a Hannatou su propia clínica en el norte, ahora cerrada debido al conflicto con Boko Haram.

Hannatou comenzó el colegio y a los 13 años tuvo que abandonarlo por falta de medios económicos. Se formó como costurera y a los 18 años se casó y logró terminar la educación primaria. “Mi padre no quería que fuera al colegio. Mi madre era la que pagaba la casa y la comida, hacía todo. También me pagó una máquina de coser para poder ser costurera”.

formacion de protésicas dentales en camerun

 

Martha también terminó terminó 3ºEd. Primaria con 17 años. Su padre tenía dos mujeres y apenas tenía comida para alimentarlas. Era Martha quien debía hacerse cargo de sus hermanos llegando tarde al colegio. “Cuando llegaba a la escuela no me centraba y no podía continuar pagándola”. Al terminar la escuela fue a vivir con su tío quien la cobraba por vivir con él como costurera. Cosía a mano ropa para bebés y de una prenda que valía 10.000 cefas sólo recibía 2.000 cefas. Tras saldar la deuda que le había costado comprar una máquina de coser para poder vivir, se instaló con su madre. “Me dijo que me buscara un marido ya que no podía ayudarme”.

Desde entonces, Martha estuvo casada durante ocho años con un hombre con el que ha tenido cuatro hijos, dos de ellos gemelos. Una convivencia en la que tuvo que soportar malos tratos consecuencia de la polio que acompaña la deformidad de su pie. “Me dijo que no quería saber nada de los gemelos y me amenazaba si me quedaba con él. Mis hijos mayores vivieron dos años en él pero ni siquiera tenían zapatos y si estaban malos no los curaba, en cuanto pude me los traje conmigo”.

Vivir bajo la amenaza de las bombas

Ya es noche cerrada cuando Martha y Hannatou comienzan a recordar su adolescencia, a partir de la que tuvieron que convivir con el dolor de la guerra y la violencia causado por el grupo terrorista de Boko Haram. La primera vez que oyeron hablar de Boko Haram fue hace 13 años. “Estaba en el colegio. La gente del pueblo vino corriendo diciendo que huyéramos ya que había gente matando a otras personas. Corrimos y desaparecimos en la montaña”. Hannatou tenía 14 años. Los hombres bajaban durante el día a luchar y las mujeres se quedaban en la montaña esperando a que volvieran. “Algunos esperaban a que llegaran sus padres pero nunca regresaban”.

refugiada de boko haram

 

Estuvieron una semana viviendo en la montaña hasta que los militares de Nigeria expulsaron a los terroristas del pueblo. Desde entonces allá donde iban siempre estaba el ejército asentado en la frontera. “Por la noche venía la policía y no podíamos salir de casa. No podíamos encender la luz, si querías iluminar tenía que ser por el suelo, ya que cuando aparecían los de Boko Haram lo hacían con antorchas”.

Martha vivía al lado del juzgado y vio cómo atacaban un colegio y una iglesia y le prendían fuego. También vio morir a un policía a manos de los terroristas. Hannatou perdió a su propio hermano a manos de la secta terrorista. “Le mataron junto niño de su edad mientras entraban por la calle”.

Desde 2004 no volvió a haber ataques en el extremo norte hasta hace cuatro años, en 2013. “Empezaron a entrar por la noche en las casas y cortaban la cabeza de los hombres con machetes”. La gente empezó a dejar sus casas por miedo y marcharon del pueblo a la ciudad de N’drock.

Odontología como forma de vida

Fue Antoine Bouba, coordinador de los proyectos de ZyL en el extremo norte de Camerún, quien le abrió la puerta hacia una nueva vida. “Estuve limpiando la casa donde David, coordinador de odontología, se estaba alojando. Me dijeron que fuera a curarme los dientes ya que había estado limpiando su casa y a los días vinieron a buscarme a la iglesia y me propusieron formarme como higienista”. La primera pregunta que le vino a la cabeza fue “¿Cómo voy a trabajar con los blancos?”

formacion de higienistas dentales

 

Antoine Bouba también cambió el destino de Hannatou. “Bouba le dijo al jefe de mi pueblo que buscara a una niña que supiera escribir su nombre. Yo era la única que sabía, así que me cogieron para la formación de higienistas”. Era el año 2012. Tras un mes de formación trabajaron por lo pueblos de la región y lograron abrir la primera clínica dental en el extremo norte en la ciudad de N’drock. “Decidimos convertirnos en higienistas porque no existía esta profesión en el norte y seríamos las primeras personas en hacerlo. Atendíamos a más de 20 personas al día”.

En 2014 tuvieron que cerrar la clínica. Las bombas caían a la vuelta de la esquina. “El día que cerramos el gabinete dental los militares de Boko Haram y del gobierno estaban luchando cerca de casa, toda la gente huía y corría hacia el bosque, sabíamos que allí no estábamos seguras”.

Abandonar el norte ha supuesto un cambio de vida radical en la vida de las dos familias, en el país que denominan el África en miniatura debido a la diversidad cultural que se encuentra en sus diferentes regiones. “El día que la situación esté de nuevo bien volveremos, cuando la situación esté calmada. Ahora no nos gustaría que nuestros hijos vivieran en el norte pero con el tiempo decidiremos si irnos o no. Estamos contentas porque nuestros hijos van al colegio. Aquí no tenemos problemas para ir al médico y los niños están escolarizados”.

refugiadas del norte de camerun

 

La familia de Martha continúa pidiéndole dinero ahora que ya es una mujer independiente y con dinero. “El dinero que tengo primero es para mis hijos y luego si me sobra les enviaré. Mi marido sabe que estoy aquí pero nunca ha vuelto a llamar”.

Dos vidas de dos mujeres que despiertan a las seis de la mañana, van a recoger agua para afrontar el día, portan a los bebés en brazos durante toda la jornada de trabajo y regresan a las seis de la tarde para preparar la cena. Una vida que comenzaron el día que Antoine Bouba les ofreció una formación para Zerca y Lejos. “No sabría cómo hubiera sido mi vida si no estuviera aquí, igual estaría muerta”.

Dos mujeres que no sólo han tenido que enfrentarse al dolor de la guerra y al abandono de una tierra, sino también a la lucha diaria por reconocerse como personas independientes, trabajadores y capaces de pensar por sí mismas. “Si mi marido me dice que pare de trabajar, ahora le dejaría primero a él”.

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