“Voy a morir por algo que está dentro de mi corazón, es mi derecho”. Mohamed Alamin lleva más de un mes a base de agua y azúcar frente a la embajada de Marruecos para reivindicar los derechos de más de 600 saharauis nacidos en el Sáhara ocupado en la ciudad del Aaiún, bajo el domino de Marruecos.

Si pasáis frente a la embajada de Marruecos podéis verle dentro de su “haima” construida con cartones donde dentro sólo hay un colchón y mantas para sobrevivir. Se alimenta sólo con agua y cada cuatro días habla con su familia. “Yo me voy a quedar, cada día bajo el peso pero voy a seguir.” Es padre de tres hijos de siete, cinco y un año, quienes no saben que se encuentra en esta situación. Sus hermanos viven en los campos de refugiados de Tindouf y sus padres son españoles, al menos hasta 1976, momento en que España abandona su última colonia en manos de Marruecos.

Su reivindicación comenzó hace doce años. Trabajaba como comerciante en la ciudad que le vio crecer, el Aaiún, pero la acuciante crisis llegó hasta la cosa del Sáhara Occidental. Mohammed comenzó entonces su batalla por reivindicar los derechos sociales y económicos de los saharauis recogidos en el artículo 73 de la Carta de las Naciones Unidas. Este punto se refiere a la administración de los territorios «cuyos pueblos no hayan alcanzado todavía la plenitud del gobierno propio» reconociendo que «los intereses de los habitantes están por encima de todo», “Nuestra tierra es rica en fosfatos y pesca, pero los saharauis no podemos trabajar, ¿cómo vamos a vivir?”.

“El rey siempre dice palabras buenas, pero el gobierno no cumple la palabra del rey, ni el ministerio ni el presidente. Hace doce años que estoy pidiendo ayuda y no me hace caso. Primero lo pedí por escrito, demandas escritas, todos los meses. Llevo doce años escribiendo, hasta que al final he venido aquí”.

Vivienda, trabajo, seguridad. Unas demandas que llevan siendo ignoradas desde hace más de 40 años en el Sáhara Occidental y que ya fueron reclamadas por la Unión Europea en 2009. Tras 35 días en huelga de hambre, Mohammed ha acudido junto con el apoyo de las ONG’s Zerca y Lejos y la Asociación de Voluntarios para la Salud Dental DentalCoop Sáhara a reclamarlas una vez más por escrito a la embajada de Marruecos. “Yo voy a seguir la lucha, no hay otra manera para pedir mi derecho, está en esta haima. Yo me voy a quedar aquí hasta la última gota de mi sangre y morir aquí por mis derechos”.

Cada día está más débil, pierde peso, pero no la esperanza. No está sólo, junto a él comienzan a acampar voluntarios y paseantes que apoyan su causa esperando un papel firmado que asegure que puede volver a casa junto a su familia. Sin embargo, el gobierno de Marruecos ya ha actuado quitándole la paga de 180 euros a su mujer con la que pagaban la educación de sus hijos.

No dudéis en charlar con él si pasáis por la calle Serrano, os estará esperando hasta el último aliento reclamando los derechos de su pueblo.