Carta escrita por David González, voluntario y miembro de la junta directiva de Zerca y Lejos ONGD.

 

Buenas, muchas lunas, queridas y queridos,

Zerca y Lejos, esa asociación de la que tantas veces hemos hablado, hablaba de la mujer. Y lo hacía situándola en coordenadas de mundo.

Una utopía más para nuestros archivos, para avanzar. “Ellas Cuentan”, llamamos a la campaña. Desde hace ya no sé cuánto tratamos de reaccionar frente a las acciones de un planeta que se depreda.

Si bien es la lógica más clásica: una acción en este caso propicia una reacción. El problema de las reacciones es que producen frustración a largo plazo, pues no resuelven el origen, la causa, se quedan muy lejos de una respuesta pensada.

Por eso te invito a un viaje. Te invitamos a articularnos unidas y juntos en el mundo, para pensarnos en una respuesta global, para que la comunicación sea en todas las direcciones.

Somos una cadena humana, llena de eslabones de optimismo. Somos una red de mentes, que carga con el dolor y el sufrimiento para las que no llegamos a tiempo.

Estaba el otro día tomando un avión desde Yaoundé hacia Madrid, de capital a capital, de Sur a Norte, y venía pensándome en esta campaña. Qué lejos estoy yo de todo esto… como hombre occidental, criado, cosido por la civilización, esa que nos sitúa con poder, esa que nos ciega para la mirada de la paz.

extremo norte de camerun

Y que zerca me siento a la vez, pues sonaba en mi mente la famosa frase de Concepción Arenal que, ya en el viejo siglo XIX decía: ¿Cuántos siglos necesita la razón para llegar a la justicia que el corazón comprende instantáneamente?

Y pensaba, para luchar contra el antisemitismo no es necesario ser judío, le diríamos a un nazi.

Para luchar contra el racismo no hace falta ser negro, responderíamos a un líder del Ku Klux Klan.

Para luchar contra el patriarcado no hace falta ser mujer, le diría yo ahora a cualquier defensor de este sistema contrario a la vida.

Solo buscamos respuestas…

Y quizás para ello me hice, como te decía, alguna pregunta. Y así, en mi avión de capitales me pensé: ¿qué ha sucedido la última semana de tu vida?,

Y pienso: “¡joder, una cantidad de mierda!”

Envuelta sin ataúd, muerta, enferma de soledad y cáncer, NIÑA.

Violada, sin testigos que quieran hablar, NIÑA.

Cruzada en un río, expulsada de la escuela por quedarse embarazada, NIÑA.

Objetos, ajenas a ellas mismas.

Olvido y complicidad. De eso va esto hoy, de complicidad o de activismo.

Necesitamos 150 socias y socios para poder potenciar políticas que protejan la impuesta vulnerabilidad de ser mujer. Necesitamos políticas en educación que nos permitan avanzar en esta sociedad, que es nuestra, que nos permitan abrigar tanto invierno gris. De mentes, de cuerpos forzados a quitarse lo que es digno: el amor propio y el ser dueñas de su destino.

Esto es sencillo siguiendo la lógica reduccionista que tanto impera: o somos parte de la solución o nos quedamos ayudando al problema. No hay neutralidad. Demasiados vicios ya, demasiado dolor como para no despertarnos de esta generación ciega.

No queremos tu dinero en plan compasión, queremos que te formes, que te inscribas, que si no tienes dinero consigas que otras personas coticen.

¿Sabes una cosa?, necesitamos 150 socios y socias y los vamos a conseguir, si quieres celebrarlo, actúa.

El sistema no es nada, nosotros y nosotras somos el mundo.

Hasta la victoria. Seguimos en la lucha.

 

Foto tomada el mes de Julio del año 18 del siglo XXI en el valle del pueblo de N’Drock, En el Extremo Norte de Camerún, dónde sigue la guerra. Hannatou y yo, tantos años de amor compartido que solo podemos sonreír a la tierra.