Los pueblos pigmeos Baka, tradicionalmente cazadores-recolectores, se han visto desplazados a asentamientos en pueblos Bantúes debido a la presión sobre el territorio y los recursos naturales. Sin conocimientos sobre agricultura, presionados para abandonar su tierra y ajenos a su contexto sociopolítico, se enfrentan a una dependencia del bosque para su alimentación y generación de ingresos, así como a relaciones sociales asimétricas con la etnia Bantú para acceder a productos agrícolas. Diversificar sus medios de vida, mediante el acceso a la tierra, la mejora de técnicas agrícolas de bajo impacto ecológico y la conformación de un tejido asociativo, mejora su soberanía alimentaria y la autonomía de esta población.

Para poder trabajar la agricultura de tala y quema, los agricultores necesitan abrir nuevos campos en la selva, ya que la tierra tiene muy pocos nutrientes y se necesita dejar las tierras en barbecho.

Varios de los pilares fundamentales de la Gobernanza y autonomía de este pueblo se basaban en una gestión comunitaria de la carne de monte (caza), pesca, y de la recolección de productos del bosque. Toda esta gestión se traducía en un sistema normativo que a través de sus dirigentes regulaban la convivencia entre los habitantes miembros de la comunidad y su relación con el medio en el que habitan. La pertenencia a ese territorio específico les otorga un conjunto de rasgos culturales comunes. Por lo tanto, el ejercicio de la agricultura como otro medio más de vida, que poco a poco va aumentando de importancia en las comunidades, empieza a tener un papel importante dentro de sus rasgos culturales, sus roles dentro de la sociedad, su economía y por lo tanto su gobernanza.
Al descomponerse la estructura de gobernanza tradicional debido a la integración de la economía de mercado, nuevos sistemas políticos y la adopción de nuevos medios de vida, se presentan problemas de convivencia y conflictos que necesita de una recuperación de su conocimiento del pasado para adaptarse a las nuevas circunstancias que afrontan como pueblo. Es decir, volver la vista atrás para recuperar conocimiento, reglas y valores tradicionales permite a las comunidades adaptarse a los nuevos parámetros de la modernidad mientras mantienen los vínculos sociales y su propia idiosincrasia.

En el programa de Autonomía y Derechos Humanos del sur de Camerún, buscamos conciliar la conservación de la biodiversidad con el derecho de las poblaciones baka a una alimentación adecuada, favoreciendo el respeto de su forma de vida, el reconocimiento de sus derechos y su gobernanza local. Para ello, ponemos especial énfasis en promover el tejido asociativo y comunitario.

En los últimos meses hemos dado pasos importantes en este sentido: se constituyeron en Akom, Assok, Oudoumu, Bemba II, Doum, Ndjibot y Mimibil las primeras cooperativas agrícolas Baka y un mes después pudimos legalizarlas en la delegación ministerial. Siendo estas entidades jurídicas, resultan una herramienta de empoderamiento social que permite a la población desenvolverse en su contexto socio-político, proporcionándoles herramientas legales de auto representación, que a su vez los instruye en el funcionamiento de las estructuras administrativas locales y regionales.

Esto es clave en este proceso, ya que los rendimientos agrícolas en los entornos selváticos están expuestos a múltiples factores de riesgo, como son las enfermedades, las plagas, o los efectos del propio cambio climático. El tejido asociativo ofrece soluciones y estrategias colectivas a estos desafíos que hasta ahora se vivían como problemáticas individuales.
Un ejemplo que ilustra esto es la actividad de tala, que es una de las más exigentes para estos agricultores ya que supone un importante desembolso económico, y suele necesitarse motosierras a las que los baka no tienen acceso. En los pueblos de Ndjibot y Mimbil se han organizado para pagar todos juntos la tala de sus campos, lo que abarata los costes haciéndola más asequible. Sin embargo, estos casos son, lamentablemente, todavía una excepción, por lo que les toca adaptarse plantando, por ejemplo, cultivos que necesiten poca luz.

Aún prevalece en el país el prejuicio de que los Baka no son capaces de organizarse y que son un pueblo difícil para trabajar. Ya nos encontramos esta situación hace años cuando inscribimos los primeros niños en los colegios ante la incredulidad de las comunidades vecinas. El hecho de que estén estas cooperativas en marcha es un paso más en el refuerzo de éste potente mensaje que pretende resaltar la igualdad de la dignidad humana por encima de las diferencias culturales.

Este proceso no está exento de retos ligados a una mayor complejidad en cuanto a la organización y reglamentos que los propios de las sociedades Baka tradicionales, por lo que el trabajo continuado de acompañamiento, mediación de conflictos y sensibilización que hacen los responsables del proyecto es imprescindible para la estrategia.

Otro de los ángulos desde el que abordamos estas problemáticas es incidiendo en la mejora de la conservación y almacenamiento de semillas, permitiendo establecer un banco para el abastecimiento en caso de pérdida de la cosecha, para próximas siembras o para préstamos de semillas que fomenten la economía circular. Esta estrategia, junto al refuerzo del cooperativismo, entre otras, permite mejorar la resiliencia de los agricultores frente a su vulnerabilidad como individuos. Además, mejora los rendimientos agrícolas sin crear dependencias económicas de semillas modificadas.