Tal es la importancia que el entorno tiene en sus vidas, que los pigmeos baka se autoproclaman “los pueblos de la selva”. Fueron los primeros pobladores de las junglas de África Central y viven en los bosques ecuatoriales africanos de Camerún, Gabón, República Centroafricana (RCA), República Democrática del Congo (RDC), Ruanda y Uganda. Actualmente, viven en una situación crítica y del camino que tomen, dependerá su supervivencia como pueblo.
Los pigmeos baka que habitan en las selvas del África Subsahariana son seminómadas cazadores – recolectores y la selva es la pieza angular de su cultura, sus medios de subsistencia y su historia. Tanto es así, que esta adquiere un carácter divino. Ellos no habitan en la selva, sino que son parte de ella. Durante generaciones han ido desarrollando sus propios métodos para vivir en armonía con este medio que les provee todo lo necesario para vivir.
Según el Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas, alrededor de 60.000 pigmeos baka se reparten entre la RDC, el norte de Gabón y la RCA. Y 5.000 de ellos se encuentran en el sur de las selvas de Camerún. Sin embargo, en el país no existe un censo oficial sobre la población pigmea, ni tienen una representación en el gobierno nacional o en los gobiernos regionales y locales.
Discriminación
Últimamente el término “pigmeo baka” ha adquirido una connotación negativa. La mayoría de sus vecinos los bantúes, sedentarios de tradición agrícola y quienes dominan la sociedad y la economía en el sur de Camerún imponiendo las normas de convivencia, ni siquiera les reconocen como seres humanos. Así, todavía hoy, los consideran menos “evolucionados” por su particular modo de vida, en la que la sabiduría, la caza, el respeto, la autonomía personal y la igualdad en las relaciones de género, están siempre presentes.
En este vídeo, Lilliane, la primera niña escolarizada del hogar infantil de Bengbis, explica cuáles son las principales violaciones de derecho cometidas contra el pueblo baka.
Las terribles consecuencias de la globalización
La llegada de grandes compañías mineras y madereras a la selva, sobre todo extranjeras, se ha convertido en la causa de que todo este mundo tradicional que durante años ha arropado al pueblo baka se desmorone, al tiempo que su medio de vida se deteriora y desaparece. Los inmensos bosques tropicales que antes cubrían todo el territorio en el que habitaban los pueblos de la selva, desconocidos e inaccesibles para el resto del mundo, están dando paso a las explotaciones comerciales.
La deforestación, las actividades mineras, la caza ilegal y la presión de la población están poniendo en grave peligro zonas como la Reserva de la Biosfera del Dja.
Esta es una selva donde tradicionalmente solo vivían los pigmeos baka, hasta que, tras la Segunda Guerra Mundial, las autoridades coloniales francesas forzaron a distintos pueblos bantúes a asentarse en ellas.
“La gente que vive en la reserva es de la más pobre del país. Solo se benefician de ella unos pocos, gente importante del país: el presidente y sus amigos”, denuncia Patrice Mindjan, agente forestal de la zona. Explica que no está de acuerdo con que el parque se haya abierto a las empresas madereras sino que este debería haberse transformado en un bosque comunal del que se beneficiase la población que vive en ella.
En la actualidad, una de las actividades que está teniendo consecuencias devastadoras para países del sur como Camerún, es la tala de árboles para la producción de aceite de palma.
La selva tropical está desapareciendo vertiginosamente, debido a la tala de los bosques para la plantación de palmeras aceiteras.
El futuro, en las manos de los jóvenes baka
Preguntas como ¿qué va a pasar con los bakas? o ¿vamos a tener que depender de los bantúes? han hecho que muchos jóvenes empiecen a plantearse la creación de sus propias asociaciones para defender el reconocimiento de sus derechos como pueblo indígena y así decidir por ellos mismos qué tipo de desarrollo les conviene y, así, facilitar su autonomía.
“Lo tenemos claro. Somos nosotros los que mejor sabemos qué nos conviene y por eso, nadie mejor que nosotros para hacer ese trabajo. Trabajaremos con otras asociaciones pero desde los programas que nosotros pensemos que son mejores para nuestra gente”, asegura Pierre Bamtolo, uno de los jóvenes involucrados en el programa centrado en la creación de dichas asociaciones.
Juliénne Meyina, agente de salud de Mintom y desde hace 7 años trabajadora de Zerca y Lejos, fue quien tomó la iniciativa y promovió la creación de este programa ya que reconoce “estar muy preocupada por llevar el desarrollo a los pueblos baka”. Y explica haciendo referencia a los jóvenes que viven cerca de la frontera con RDC, donde todavía no han llegado las ONGS: “no todos hemos tenido la misma suerte. Los bakas de allí no han cambiado tanto como los de aquí”.
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