Oneng Thierry tiene 16 años. Camina cada día 6 kilómetros hasta llegar a la escuela de Educación Primaria. Vive con su padre y sus dos hermanos en Assok, un pueblo dividido por una carretera recién estrenada. Su sueño es ser jugador de fútbol.

 

Thierry no conoció a su madre. Es el pequeño de tres hermanos y el único que continúa yendo al colegio. Su hermana lo abandonó al quedarse embarazada de su primer hijo con 15 años, hoy es madre de cinco hijos con 24 años. Toda su familia, etnia pigmea baka, trabaja en el campo de la agricultura. Thierry también caza y trabaja a veces a la vez que estudia.

El fútbol su mayor pasión

El pasado mes de julio Thierry participó por segunda vez junto a los vecinos del pueblo en el Torneo de Fútbol Baka sin Alcohol. Un torneo cuyo objetivo pasa por fomentar la actividad física y saludable entre la etnia pigmea así como concienciar sobre problemas presentes en el día a día como el alcoholismo, la discriminación étnica causada por la etnia bantú o enfermedades como el VIH o la diarrea. “Participo en el torneo porque juego al fútbol, empecé desde que era pequeño y me gustaría seguir jugando de mayor. Me gustaría ir a una escuela profesional”.

Thierry es quizá el más joven de todos los participantes. Uno de los muchos jóvenes que sueñan con seguir los pasos de Eto’o, aunque sin perder de vista la educación como herramienta para conseguirlo. “A mis padres no les gusta que juegue tanto al fútbol, aunque sí que les gusta que quiera estudiar secundaria”. En un país como Camerún resulta complicado alcanzar la etapa de Educación Secundaria debido a su alto nivel económico.

La historia de Oneng Thierry

 

Una educación que sólo se puede adquirir siempre que los jóvenes puedan permitirse la manutención y la escolarización que conlleva en Yaoundé, la capital del país, donde se encuentran los institutos. Mientras que la educación primaria cuesta a los alumnos 8.000 francos cefas al año (en torno a 12 euros), por la educación secundaria deben costearse 25.000 francos cefas al año, lo que equivale a 38 euros, sin contar gastos de material escolar y uniforme que pueden costar en torno a los 45.000 cefas en su conjunto que equivalen a 70 euros.

“Lo que más me gusta del campeonato es entrenar y jugar al fútbol, también aprender a través de las formaciones sobre VIH, igualdad y lucha contra el alcoholismo”. Se levanta cada día a las 05:00 a.m para andar durante tres horas por caminos de tierra rojiza con un sueño por cumplir: poder jugar al fútbol. Un camino que sabe no es fácil alcanzar pero por el que continuará madrugando cada día nada antes de salir el sol.

*Hace dos meses Thierry falleció por fiebre amarilla, una enfermedad vírica aguda, hemorrágica, transmitida por mosquitos infectados según la Organización Mundial de la Salud. Tras ser diagnosticado, se negó a acudir al dispensario más cercano, y no logró vencer la enfermedad por sí sólo. Una enfermedad presente en 34 países de África que pese a estar sujeta a un plan de vacunación por el Estado, se cobra la vida de entre 29.000 y 60.000 personas al año en todo el mundo.