El programa de acogida para menores en riesgo de exclusión social impulsado por Zerca y Lejos en el sur de Camerún acoge a día de hoy a casi una veintena de menores.

Anshella tiene 13 años y desde hace dos vive con una familia de acogida por el temor de su madre a quedar embarazada en su pueblo y tener que abandonar los estudios. Vive junto a Dylan, de 6 años, quien ha tenido que luchar contra la desnutrición y una cirugía por enfermedad bucodental, un noma que le infectó la boca. Dylan y Anshella son sólo dos realidades de infancia viviendo sobre tierra rojiza y verde selva del pueblo pigmeo. Forman parte del programa de acogida para menores en riesgo de exclusión social impulsado por Zerca y Lejos en el sur de Camerún.

Anshella quiere ser policía y Dylan enfermero”, explica su madre adoptiva, de etnia bantú. Decidió acogerles por el amor que tiene hacia los niños. Ahora forman una familia de siete hermanos. “Anshella va al colegio y está adelantada dos cursos, es una chica inteligente y despierta”. En 2011, tras detectar dos casos de desnutrición severa y abandono, Zerca y Lejos comenzó el proyecto de acogida. En la actualidad, colabora junto al servicio de acción de social de Djoum, en un proyecto que acoge a casi una veintena de menores en situación de exclusión social.

Amaka y Aviance no llegan a los seis años de edad y han sido repudiados por el pueblo que les vio nacer tras la muerte de su madre, enferma de VIH. “Normalmente la familia se hace cargo de los hijos haciendo un ritual de protección, pero en este caso nadie quiso hacerse cargo de los hijos», explica Arlette Ekoto, su madre de acogida. “Sus hijos no se separaron de ella durante los tres meses que estuvo ingresada”.

El programa de acogida de Zerca y Lejos tiene por objetivo hacer posible una vida digna a los menores pigmeos baka en situación de exclusión social, fomentando la integración y el respeto entre etnias.

infancia en camerun

Fabrice reconoce en el móvil de Irene, coordinadora del Plan de Educación en Camerún, la cara de su padre. Sufre una cardiopatía de la que su padre y abuela no pudieron hacerse cargo. Ahora juega junto a sus hermanos bantúes en el patio de su casa. Su madre los abandonó junto a su hermano, quien también sufre una enfermedad difícil de diagnosticar. “Espero que crezcan bien, sanos y sean grandes personas», explica Maolege, quien les cuida desde hace seis meses.

El proyecto de acogida favorece el acceso a la educación, atención social y dota de las necesidades básicas a los menores de etnia pigmea baka y menores en situación de vulnerabilidad en las regiones de Djoum y Mintom, en el sur de Camerún. Todo ello junto con la colaboración de aquellas familias de etnia bantú que puedan garantizarles un futuro aceptándoles como miembros de su familia.

menores en riesgo en camerun

“Supe que había tres huérfanos y le pregunté a Jean Daniel, coordinador del proyecto, si podía colaborar en el programa de acogida”. Así es como Yvonne Aboumba decidió acoger a Sisi Yobo de ocho meses, Catherine Menguele, de tres años y Mbom, de seis años. “Supe que sus padres se habían peleado y al tiempo la madre falleció. Su abuela tenía más huérfanos a los que cuidar y no podía acoger a más”.

Yvonne se define a sí misma como humana. Madre de tres hijos y con tan sólo uno viviendo en casa, sintió el impulso de acoger a los tres huérfanos de madre. “La mediana sabe hablar muy bien, el mayor es el líder de los juegos y al pequeño le gusta bailar”.

Al verles por primera vez sintió el impulso de darles cariño pensando que a cualquiera de sus hijos les hubiera podido ocurrir lo mismo.

familias de acogida para la infancia

Realidades que sufren cada día los menores pigmeos baka sin medios suficientes para afrontarlos en un contexto donde la dificultad en el acceso a los alimentos, a la salud al trabajo de la tierra y a las infraestructuras básicas de saneamiento son los protagonistas de sus vidas.

Un programa que permite la integración del pueblo pigmeo junto al pueblo bantú en el que lo que importa es la salud, la dignidad y el futuro de los menores. “Me gustaría que fueran al colegio y que hicieran un trabajo continuando sus estudios con la ayuda de ZyL”. Yvonne, al igual que el resto de madres bantúes, trata a sus hijos de acogida como si fueran sus propios hijos, sin despreciar haber nacido pigmeo, sino sintiéndose orgullosas de tenerles a su lado. “Cuando crezcan les contaré la verdad, su pueblo no está lejos y saben el nombre de su padre”.

Una vida que para los menores pigmeos baka del programa de acogida pasa por el reto de la integración en la sociedad sin perder su identidad cultural. “El futuro del pueblo baka debe cambiar rápidamente como el futuro de los pueblos. Sólo mejorará a través de la escolarización y apoyo tanto de las instituciones, organizaciones y la sociedad camerunesa”.