María Martín Flores, Responsable Comunicación Zerca y Lejos

 

El primer niño baka del hogar infantil de Bengbis

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Su amplia sonrisa le delata. Su buen corazón es quizá el responsable de hacer que el destino le convirtiera en la persona que hoy es. “Desde muy pequeño tenía las ideas muy claras de lo que quería ser en la vida”. Desiré Miankeuh es pigmeo. Junto a sus cuatro hermanos, es uno de los primeros estudiantes pigmeos del hogar infantil de Zerca y Lejos.

Ha visto nacer lo que hoy es ZyL. Cualquier persona que ponga un pie en el sur de Camerún será recibida por su sonrisa y gozará de su buen corazón. Dicen que en un futuro se convertirá en el jefe de su pueblo, Ndjibot. Dice que no sabe español, pero entiende todo lo que se propone.

Hijo de padre bantú y madre baka, Desiré sólo conoció a su padre pero nació y se crió en el pueblo de su madre, Ndjibot. Un pueblo de 50 habitantes con el que ZyL comenzó a colaborar. “Mi hermano mayor, Parfait, tuvo una pelea en la que acabamos en el dispensario de Mamá Lilliane en Adjolí”. Su hermana se había casado cerca de la ciudad, motivo por el cual habían salido de su pueblo. Cuando les conoció, según cuenta Desiré, Mamá Lilliane decidió escolarizarlos. “No sé cuántos años tenía entonces, en torno a los ocho o nueve años. No sabía francés, leer ni escribir, ya que nunca había ido al colegio”.

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Fue el Chef de Ndjibot quien solicitó a Zerca y Lejos la escolarización de sus hijos, entre los que se encontraba Desiré. Francis Guzmán y María Rebollo, fundadores de ZyL, aterrizaron en 2002. “Francis llevó comida al pueblo y comenzó a hablar con ellos. El estado había construido un colegio en Ndjibot pero los alumnos que iban a la escuela no continuaban y Francis les preguntó cómo podían ayudar”.

Gracias al apoyo de Mamá Lilliane, quien ya tenía bajo su cargo a varios estudiantes bantúes para garantizar su escolarización, el proyecto del hogar infantil se hizo realidad.

Desiré y Parfait comenzaron a quedarse en casa de su hermana, en Bengbis. Mamá Lilliane les dio comida y material escolar para que empezaran a acudir a la escuela de Adjolí. Poco después se quedaron en el que hoy es el hogar Infantil de Adjolí, una misión cedida por Mamá Lilliane a Zerca y Lejos. “Era una casa al lado del que hoy es el hogar de las niñas”. Mamá Lilliane quería continuar la escolarización de los pigmeos baka. De siete pasaron a 14 estudiantes bakas en Adjolí. En 2004, fue construido el Hogar Infantil de las niñas con las manos de los propios habitantes de Ndjibot. “En el tercer año ya éramos veintitantos niños”.

 

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Parfait, hermano mayor de Desiré, Francis, María y Silvain, representante de la misión, recorrían los pueblos para buscar más estudiantes cerca de Ndjibot para explicarles el proyecto del hogar infantil y la importancia de la escolarización de los niños pigmeos bakas. “En 2006 ya éramos más de 100 niños y niñas en el foyer, aunque también venían los niños bantúes huérfanos o aquellos que no podían permitirse una escolarización”.

Un proyecto que permitió no sólo dotar de una educación a los pigmeos baka, sino también fomentar la convivencia con la etnia bantú. “Al principio dormíamos separados. Comenzamos a compartir espacio en el comedor hasta que finalmente aprendimos bulu. Nunca tuvimos problemas.”

Al terminar la escuela, durante el verano Desiré se quedaba con sus padres y hermanos mayores ayudando en la construcción de las viviendas que utilizarían sus hermanos pequeños. Los médicos voluntarios de ZyL llegaron a Bengbis a la vez que Desiré comenzó la escuela y empezaron las campañas de salud. Así se convirtió en uno de los traductores de ZyL y “así es como empecé a practicar el español”.

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Desiré no llegó a terminar la escuela. A los 14 años dejó embarazada a una estudiante del hogar infantil, y fue expulsado. Se le interrumpieron por un año la ayuda a los estudios para que se responsabilizase y respondiese con las mismas consecuencias que la compañera a la que había dejado embarazada, que no podía continuar los estudios hasta después del parto. “Tras un año fuera fui a Ebolowa a estudiar la enseñanza técnica de mecánico y luego trabajé como conductor de mototaxi durante un tiempo en Bengbis”.

Miguel López, responsable de agricultura de ZyL en Camerún, se lo encontró una mañana. “Me dijo que necesitaba ayuda en Adjolí. Tenía 18 años”. En Djoum se formó como auxiliar de sanidad y técnico de agricultura. “Estaba dispuesto a aprender todo lo que me propusieran para convertirme en una persona”. Así, comenzó a colaborar como mediador y auxiliar de salud entre ZyL y la población baka de Abing.

El futuro está en los jóvenes bakas

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Desde entonces no ha parado de formarse. “El año pasado hice el curso de higienista dental y este año además el de protésico”. Desiré hoy tiene 25 años. Es auxiliar de sanidad, traductor, protésico, higienista, amigo, compañero, padre y uno de los primeros niños bakas del hogar infantil de Bengbis. “Si Mamá Lilliane no me hubiera propuesto ir a la escuela mi vida hubiera sido completamente diferente. Los jóvenes bakas no tienen futuro en los pueblos, donde lo único que hacen es beber y fumar. Beben y se emborrachan ya que no saben leer ni escribir y no tienen nada que hacer, es una catástrofe”.

“Gracias a la escuela he aprendido no sólo francés, leer y escribir, sino también el valor del respeto, la convivencia o la higiene”.

Desiré tiene claro su destino, sus derechos y su posición frente a la etnia bantú. “La relación entre los bantú y los bakas es de explotación humana. El hombre baka conoce la selva, su fuente de vida. No trabajaría para el bantú si no tuviera la necesidad. Ahora caza para vendérselo al bantú, quien a su vez lo vende más caro en el mercado”.

Para Desiré, el futuro del pueblo pigmeo baka pasa por la escolarización. “La relación entre ambos mejoraría si los niños baka fueran al colegio. Ahora mismo ya se está produciendo un cambio en la relación entre bantúes y bakas, ya que muchos bakas son mejores en la escuela que los bantúes, hay incluso bakas, como mi hermano Parfait, que enseñan en el colegio”.

Si alguna vez tenéis la suerte de acercaros por la misión católica de Djoum o Bengbis, le reconoceréis al instante. Su impecable sonrisa os dará la bienvenida. No dudéis en conocer su historia, la historia de un niño pigmeo que a los ocho años decidió hacer frente a su futuro, no resignarse y luchar para que sea reconocida la dignidad de su pueblo, los bakas.