Una de las primeras mujeres baka que tiene el futuro en sus manos

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“Mi padre murió y mi madre no tenía dinero para pagar el colegio”. Mamen Lilliane es una de las primeras alumnas bakas del Hogar infantil de Bengbis. Cambió el rumbo de su destino gracias a la educación y hoy es una de las cuatro mujeres baka que trabajan en el Plan de Odotonlogía en el Sur de Camerún.

Lilliane acudió por primera vez a la escuela pública cuando tenía entre nueve y diez años. “La relación con los niños bantúes era difícil, cuando llegué al principio se reían de mi aunque luego llegué a acostumbrarme”.

Al quedarse viuda su madre, tuvo que abandonar el colegio y fue gracias a sus “hermanos” del pueblo Ndjibot, tal y como llama a sus amigos cercanos, comenzó a estudiar en Adjolí. “Desiré y Parfait me convencieron para venir, tenía ganas. Éramos siete alumnos en clase”. Un cambio de escuela en la que por primera vez se separaba de su familia.

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Dormía en el Hogar Infantil, construido para que los alumnos no tengan que caminar grandes distancias para ir al colegio y evitar que falten a clase por tener que trabajar. “Mi madre al principio no entendía por qué no iba a casa después de la escuela, pero entendía la importancia del hogar”. En la escuela de Adjolí también compartía aula con alumnos bantúes de familias sin recursos, aunque la situación era del todo diferente a la escuela pública. “En Adjolí siempre estábamos y jugábamos juntos, tenía vergüenza pero la situación era mejor”.

La vida en el hogar infantil era rutinaria, aunque Lilliane la recuerda como una de las mejores de su infancia. “Nos levantábamos por la mañana, íbamos tres veces a por agua a la fuente de Monet Lobo para cocinar, bañarnos y lavarnos. Siempre estábamos juntos y estábamos muy contentos. Cuando estábamos juntos era como si estuviese con mi familia”.

Ser mujer en Camerún conlleva librar una batallar contra el abandono escolar y el embarazo precoz. Lilliane dejó de estudiar en 6º Educación Primaria, se había quedado embaraza de su primera hija de padre bantú. Tenía 16 años. Por suerte, su familia continuó apoyándola para que continuara sus estudios. “Continué estudiando en el colegio público de Bengbis, mis abuelos se esforzaron por pagarme el colegio y llegué a estudiar Educación Secundaria”.

Elegir el destino de la mujer baka pasa por decidir entre una educación u optar por crecer al borde de los caminos. “La integración de la mujer baka es más difícil porque no van al colegio, están siempre en el campo y la sociedad se convierte en una prisión para ellas”.

Una vida que lleva consigo ligado el problema del alcoholismo. “Empiezan a beber y a fumar y cuando quieren cambiar se dan cuenta de que se ha convertido en una forma de vida y es difícil salir de ella”.

Su vida no pasaba por la vida ligada a la selva tal y como han hecho generaciones pasadas dependiendo de los bantúes desde que tuvieron que asentarse. “Mi madre trabajaba en el campo todo el tiempo para los bantúes, no quería tener esa vida. Veía a las mujeres del pueblo y no quería acabar como ellas”.

Al cumplir 18 años, Lilliane era madre de dos hijas. Una circunstancia por la que se marchó a la ciudad junto al padre de las dos pequeñas. “El padre era el que trabajaba y yo me quedaba todo el día en casa cuidando de ellas. No me gustaba ese estilo de vida”. Al cabo del tiempo volvió a Bengbis, donde Francis, fundador de ZyL, la invitó a formarse como higienista. “Mi hermana asistía a los cursos, me pareció interesante porque era una manera de apoyar a los baka y que no tuviéramos que depender de los bantúes”.

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Lilliane ahora tiene 23 años, es madre de dos hijas y trabaja como higienista dental en Bengbis. Este pasado mes de julio se formó además como protésica, una formación que la permitirá continuar especializándose en el campo de la odontología. “Como higienista puedo tratar con las personas, pero al ser protésica puedo mejorar mi profesión”. Un camino que comenzó en la escuela y el hogar infantil de Adjolí. “Si no hubiera ido a Adjolí no creo que hubiera llegado a tener la vida que tengo ahora”. Lilliane se ha convertido así en una mujer de la primera generación de mujeres baka con ideas propias que tiene el futuro en sus manos.

El futuro del pueblo baka está cambiando y está en manos de los jóvenes. Si quieres formar parte del cambio colabora con el libro que reivindica sus derechos: Edjengui se ha dormido».