La auxiliar de salud pigmea baka del sur de Camerún

Juliénne Meyina tiene 26 años. En su vientre espera una nueva vida desde hace cinco meses. Tiene una mirada directa, sin distancia, con confianza. Una mirada que es complicada de encontrar entre las mujeres pigmeas baka. Juliénne se gana la vida recorriendo los pueblos baka de la región de Minton detectando los casos de malnutrición, diarrea o tuberculosis de aquellas personas que no acuden al dispensario. Es la única auxiliar pigmea baka que trabaja en el sur de Camerún.

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Juliénne luchó por su educación y lo consiguió gracias a la colaboración de la diócesis religiosa del misionero Père Serge, en Yaounde, gracias al cual recibió una beca para costearse los estudios. “Éramos 136 niños en clase y tan sólo cuatro mujeres baka, había muchas más mujeres bantú”. Si algo tenía claro era no crecer en el pueblo que la vio nacer, Zoulabot, como les había pasado a muchas mujeres vecinas y amigas.

Confiaba entonces, y confía ahora, en ser lo que ella quiera ser en la vida. “Una mujer es capaz de hacer lo mismo que los hombres, enfermera, policía…muchas mujeres baka no son conscientes de que pueden hacer todas esas cosas”. Una falta de consciencia que ha llevado a la mujer baka, según Juliènne, a verse considerada con menos derechos que el hombre de la casa. “Las mujeres no tenemos los mismos derechos porque son los hombres los que mandan, pero me gustaría tener los mismos derechos que los hombres”.

Unos derechos que comenzó a forjarse en el colegio y después en el instituto. Tras acabar la escuela secundaria en 2009 recibió la visita de David, coordinador de Odontología, con una propuesta de futuro como higienista dental. Sin embargo, la enfermería era una profesión que siempre le motivó para luchar por su condición de mujer baka. “Cuando tuve mi primer hijo fui al hospital, pero no me gustó cómo me trataba la población bulu”. Razón por la cual en 2012 se formó como auxiliar de salud en Bengbis. “La relación entre etnias es difícil porque nos faltan al respeto. Piensan que somos diferentes porque no queremos escolarizarnos, pero es mentira”.

Mekotto, Adjap-Mintom, Doum, Zoulabot, Meyos-Mintom, Nkolemboula, Bemba I y Bemba II, Odoumou, Assok, Akom, Belle-Ville y Nkoulkoumou, son los pueblos que recorre en la región de Dja y Minton, al sur de Camerún, cada día con una ruta diferente.

“Voy por los pueblos para buscar casos de desnutrición, tuberculosis y diarrea. Realizo el test de malaria y si me encuentro con casos graves los traigo al dispensario de Minton”.

Una profesión que surgió de la necesidad de facilitar el acceso a la sanidad a los pueblos pigmeos baka. “Mucha población continúa creyendo en la medicina tradicional y muchas mujeres continúan dando a luz en los pueblos confiando en las “mujeres sabias”, las parteras y tan sólo vienen al dispensario cuando el parto se complica”. La figura de los auxiliares como Juliénne permiten a la población prevenir y detectar las urgencias antes de que sea demasiado tarde, así como concienciar sobre la importancia de acudir a los centros de salud. Algo que ya comienza a estar presente en los caminos de tierra rojiza.

Juliénne es madre de dos hijos y respetada por hombres y mujeres de su pueblo. Sin embargo, afirma que muchas mujeres tienen miedo de los hombres, muchas veces derivado del problema del alcoholismo, los celos o la gestión del dinero.

“La violencia entre hombres y mujeres viene del alcohol ya que no controlan sus actos. Si el hombre no quiere que la mujer beba puede pegarla, pero si el hombre insulta a la mujer también ésta le pega”.

Juliénne salió del pueblo, alcanzó una educación y ahora confía en un futuro donde las mujeres baka abandonen el campo, la dependencia con la etnia bantú y los hombres baka y comiencen a labrarse un futuro por ellas mismas. “Hay mujeres que continúan trabajando el campo y la siembra para los bantú y de los dolores de espalda llegan a abortar. Pero también hay mujeres que comienzan a trabajar sus propias tierras”.

Una independencia de la etnia bantú y del hombre baka que pasa por la educación. “La mujer baka evolucionará con el tiempo. Hay mujeres que ya van al instituto. Si las mujeres se escolarizan mejorarán su condición y evolucionarán”. Juliénne tiene una hermana de 17 años que ahora mismo cursa Educación Secundaria en el Liceo de Mintom. “Espero que en un futuro pueda trabajar en el dispensario junto a mí”. Un futuro que se dibuja siguiendo el camino de la independencia y dignidad para las mujeres pigmeas baka.

Juliénne es una de las nuevas generaciones de jóvenes baka que lucha por su futuro. Os invitamos a leer el libro en el que reivindican sus derechos.