Romeo es un ejemplo en la lucha contra el alcoholismo. Tras abandonar su consumo, promueve hábitos saludables entre su comunidad.

 

“En el pueblo baka todo el mundo bebe, es complicado dejarlo”. Romeo está sentado en primera fila en una clase de prevención sobre problemas alcoholismo entre la población pigmea baka. Es uno de los pocos entre los asistentes que no prueba una gota de alcohol desde hace años. “Me propuse objetivos semanales para ir reduciendo la cantidad de alcohol poco a poco, superando la ansiedad”.

 

pigmeo baka contra el alcohol

 

Nació en Akom, un pueblo pigmeo baka situado en la región sur de Camerún frontera con el Congo. Comenzó a beber a los 18 años. “En mi casa todos bebían y yo también empecé a beber”. Una situación que no es extraña entre la población pigmea baka, donde la mayoría de los adultos consumen dosis de alcohol para sobrellevar la vida diaria.

En los últimos años, pequeñas bolsas de alcohol han aparecido entre la población pigmea, comercializadas por la grandes empresas del sector y distribuidas a bajo precio que la población bantú utiliza como moneda de cambio con la población pigmea.

Por un día de trabajo en el campo nos pagaban 100 bolsas de Kitoko, el equivalente a 500 francos cefas”. Una cantidad equivalente a menos de un euro por un día trabajado cortando los árboles, sembrando los campos de cultivo o limpiando las casas de los vecinos bantúes.

Romeo es padre de dos hijos de cinco y dos años y medio. “Pasaba todo el día sin apetito, me buscaba problemas y me peleaba con la gente. Gastaba todo lo que tenía en dinero y alcohol, si bebía directamente muchas veces no trabajaba”. El equivalente al gasto en un paquete de 20 bolsas de alcohol, 20.000 francos (30 euros), serviría para poder enviar a los hijos a la escuela o comprar alimentos. Algo que la población baka no hace por la dependencia creada. “El alcohol no te deja pensar lo que haces, bebemos para olvidar los problemas que tenemos”.

Un círculo vicioso donde sólo es posible salir tomando conciencia de la realidad, con superación y esfuerzo. Romeo tiene ahora 24 años y hace dos años que no prueba gota de alcohol. Es el único de sus cinco hermanos que no bebe, y el único en la formación que inspira al resto a dejar el alcohol.

Educación para combatir el alcoholismo

“Decidí hacerme animador para enseñar todo lo aprendido”. Romeo decidió cambiar el rumbo de su destino hace dos años acabando los estudios en Educación Primaria y Secundaria y formándose como dinamizador del Centro Preescolar Comunitario de Zerca y Lejos de su pueblo y es también un líder comunitario en la lucha contra el alcoholismo. Un ejemplo de su trabajo son las formaciones a las mujeres embarazadas para que conozcan los riesgos del alcohol. “Prevenimos que contraigan enfermedades enseñándoles a cuidar la higiene y teniendo hábitos de vida saludable”.

formación contra el acoholismo

Su mujer también ha dejado de beber siguiendo su ejemplo, y ahora esperan su tercer hijo. “La educación es importante para permitir que el pueblo baka evolucione, debemos aprender las cosas y reflexionar sobre ellas”.

“No puedo decir que el alcohol sea bueno porque ya no bebo. Bebemos para bailar, para tener seguridad y coraje para hablar, pero el alcohol provoca accidentes, mata, perdemos la memoria e insultamos a la gente”. Los compañeros miran a Romeo y callan, no pueden negarle la razón. Por segundo año consecutivo, la ONGD realiza campañas de sensibilización sobre el alcoholismo entre la población pigmea baka dentro del Campeonato de Fútbol Baka sin Alcohol, en el que el equipo del pueblo de Romeo, Akom, se clasificó como segundo finalista este pasado 2016.

“Estoy bien, ya no tengo tantas enfermedades, ya no gasto el dinero inútilmente como hacía antes. Si continuamos con el trabajo la población baka cambiará, ya está cambiando”. Una visión optimista que permitirá al pueblo baka pensar por sí mismos para lograr un futuro digno y autónomo para su pueblo.