Tener presente el pasado para construir el futuro
En palabras del biólogo Víctor M. Toledo, “la especie humana existe desde hace doscientos mil años, a lo largo de los cuales ha tenido que elaborar formas de conocimiento y apropiación intelectual de la naturaleza. Desde el punto de vista biológico, la supervivencia de la humanidad a las condiciones ambientales del planeta requiere de una memoria. Toda especie necesita de un aprendizaje que se graba genéticamente y que le permite adaptarse a un medio cambiante. En el caso de la especie humana, esa impresión es, además de genética, de carácter cognitivo y pertenece al legado cultural. La modernidad –la revolución científica e industrial– ha interrumpido esa memoria, ha cortado la transmisión intergeneracional y el consiguiente perfeccionamiento progresivo de los modelos locales para adecuarlos a las condiciones del entorno cercano. Por eso no es exagerado decir que hoy la memoria de la especie se encuentra en los pueblos y las culturas indígenas.”
Según el geógrafo Narciso Barrera-Bassols: “Como explica Eric Hobsbawm, la idea de tradición es el producto de una construcción mítica en la que nosotros desempeñamos el papel de los modernos mientras «los otros» quedan relegados al atavismo, de modo que pueden ser negados, olvidados, explotados y expoliados en función de las necesidades de una racionalidad basada en nuestra cosmovisión. Pensamos en el futuro del planeta como si fuera una máquina a la que hay que cambiar algunas piezas para que no empiece a fallar. En cambio, los otros pueblos piensan en su pasado para construir, recurren a sus ancestros para mantener su historia e identidad, el presente no es tan importante como el futuro, que constituye el único legado para las siguientes generaciones. Una familia en Nepal, México o el Amazonas trata de dejar el lugar que habita más o menos arreglado para que sus hijos puedan seguir viviendo allí, y eso exige recordar el pasado. Por eso tiene sentido hablar en términos de memoria o desmemoria, de amnesia o recuerdo: el mundo moderno se encuentra al borde de una muerte cerebral metafórica.”
La pérdida de la biodiversidad es una buena metáfora de la extinción de las lenguas en el mundo. Si actualmente asistimos al declive y degradación de los ecosistemas naturales y la biodiversidad y al cambio climático como uno de los principales desafíos civilizatorios de nuestra época, la pérdida de diversidad cultural no lo es menos.
Cada dos semanas muere una lengua. Es probable que a finales de siglo hayan desaparecido casi la mitad de las cerca de 7.000 lenguas que se hablan hoy en el mundo y más de un millar se consideran actualmente en peligro de extinción. En este momento histórico de globalización y homogeneización cultural, unas pocas lenguas dominan la comunicación, la educación y el comercio mundiales. Así, en muchas zonas remotas del mundo, los padres animan a sus hijos a acceder a la educación formal. Una educación formal que es impartida precisamente en esas lenguas dominantes y que son percibidas como presagio del éxito (National Geographic, 2020).
En general, desde los programas nacionales de desarrollo, existe una insuficiente comprensión de los impactos que sus actividades tienen sobre los conocimientos y prácticas tradicionales debido a la falta de participación y representación de estas minorías. Específicamente, los programas de salud occidentalizados que no tienen en cuenta la gran riqueza de conocimiento acerca de la utilización de recursos naturales, los roles sociales que cumplen un papel fundamental en el mantenimiento de la salud comunitaria y las prácticas de cuidado utilizadas durante milenios, los programas educativos nacionales que invisibilizan las cosmovisiones locales así como la idea de alcanzar un desarrollo económico a partir de indicadores socioeconómicos, actúan como palanca para la asimilación cultural y consecuentemente suponen un punto de fractura en la cadena de transmisión de conocimientos tradicionales entre generaciones, acerca de plantas medicinales, cultivo de alimentos, técnicas de riego, sistemas de orientación, calendarios estacionales y sistemas de gobernanza, entre otros (Oviedo et al 2007) .
Además, las dinámicas globales de mercantilización de la naturaleza, junto con las prácticas extractivistas, suelen suponer la degradación medioambiental de los ecosistemas y el despojo de las comunidades locales e indígenas de sus territorios tradicionales como principal recurso de subsistencia e identidad.
La desaparición de una lengua nos priva de un conocimiento valioso. La lengua modifica tu modo de pensar, tu cosmovisión (National Geographic, 2020). Las lenguas minoritarias, en mayor medida que las dominantes, ofrecen claves para descifrar los secretos de la naturaleza porque los pueblos indígenas desarrollan sus medios de vida y prácticas culturales anclados a un territorio concreto (National Geographic, 2020), relacionándose con la diversidad biológica y construyendo su identidad en una relación estrecha con el medioambiente. Esta es la memoria de especie de la que hablaba el Sr. Toledo.
De esta manera, esta memoria o acervo biocultural, contenido en el conocimiento de los pueblos tradicionales, se posiciona como base de la resiliencia socioecológica, entendiéndose como la capacidad de un sistema social productivo para amortiguar un cambio drástico impredecible y mantenerse dentro de su estado normal. De la misma manera que la diversidad genética de una especie le confiere la capacidad de adaptarse y prosperar ante los cambios en su entorno, la diversidad cultural (o biocultural, pues el conocimiento está asociado a un territorio ecológico concreto) nos ofrece un abanico de soluciones y estrategias desarrolladas a lo largo de generaciones como respuesta a su entorno local.
Esta resiliencia socioecológica es hoy en día vital para la humanidad para hacer frente a la crisis civilizatoria que enfrentamos a escala global. Campos como la etnoecología surgen buscando entender y promover el papel de los sistemas locales de conocimiento ecológico en la conservación y el desarrollo (Reyes-García & Martí-Sanz 2007). Este enfoque afirma que es vital que el complejo conocimiento tradicional de los pueblos indígenas, tejido en una relación íntima con el sistema de creencias, prácticas culturales y el entorno ecológico, se reconozca plenamente para que los ecosistemas y la biodiversidad sean gestionados de manera sostenible (Gadgil M, & Folke C. 1993). Así, a medida que avanzamos hacia una visión más matizada y realista de las relaciones humano-ambientales en las sociedades a pequeña escala y se reconoce que el conocimiento indígena ha desempeñado un papel central en la gestión de los recursos naturales durante milenios (según Fa et al., 2020, el 37% de los ecosistemas vírgenes que quedan en el mundo se encuentran en territorio indígena), se evidencia que las poblaciones indígenas y locales deberían jugar un papel importante en los programas que buscan aumentar la productividad de la tierra, la seguridad alimentaria y la conservación del medio ambiente (CAB International, 2017). Así, una comprensión más estricta y realista de la conservación indígena no es solo una mejor ciencia social (y ambiental), también puede ofrecer beneficios en el campo de la política ambiental (Smith, E. A & Wishnie, M., 2012).
Este enfoque enmarca los proyectos y acciones que llevamos a cabo desde Zerca y Lejos, donde buscamos poner en valor los saberes y la transmisión de conocimientos tradicionales. El paso del tiempo nos ha demostrado que las lógicas coloniales y neocoloniales desde el Norte Global no han hecho más que crear un sistema basado en la desigualdad, el abuso y en las luchas de poder que, entre otras muchas cosas, destruyen e infravaloran las culturas de los pueblos originarios. La recuperación de la memoria y la historia y el reconocimiento de las experiencias de los pueblos indígenas nos demuestran que existen otras maneras de relacionarnos con el medio, de desarrollarnos y gobernarnos, así como otras formas de cuidar(nos). Buscamos y promovemos la participación de las comunidades, recuperamos y valorizamos las prácticas y conocimientos tradicionales para romper y dar alternativas a un sistema que no defiende ni respeta nuestra mayor fuente de riqueza, nuestra diversidad.
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