Anne Bombi es madre de 10 hijos, 8 de ellos con malnutrición. Viven en el pueblo de Odomou, al sur de Camerún, en la región de Mintom. Es el ejemplo de una de tantas familias de pueblos pigmeos que se debate cada día por seguir el camino de la sociedad moderna en el sur de Camerún.
Pese a que la mayoría de los menores del pueblo acude al centro preescolar en el pueblo y al colegio de Ed.Primaria en Zoulabot, en esta familia, cuatro de los diez hijos no van a la escuela. El más pequeño tiene tres años, el mayor acaba de cumplir 18 años. Cuatro de sus hijos adolescentes de 14 y 15 años no van al colegio, según su madre, porque no quieren. Una de sus hijas, al cumplir los 12 años, fue a vivir con una tía al frontera con el Congo, regresó al pueblo embarazada, ya no volvió al colegio. “Los hermanos y yo misma le decimos que vaya pero no quiere ir. Otro de mis hijos, tampoco va y no me ayuda en casa, por lo que yo prefiero que vaya a la escuela”.
Dos padres que acaban de regresar de trabajar el campo, se dedican a la agricultura. En sus caras se denotan signos de embriaguez causada por el consumo de alcohol, presente en los pueblos pigmeos del sur de Camerún, muchas veces consumido como alternativa de vida a la falta de futuro que asoma en la falta de brillo de sus ojos.
“Todo lo que hacemos es insuficiente para dar de comer a nuestros hijos y hacer lo que nos gustaría”
Es la única familia del pueblo que vive en mongulus, la vivienda tradicional pigmea baka construida con hojas de palmera. Trabajan de la caza, la pesca y la agricultura, no suya, sino de los vecinos bantúes, quienes les pagan 500 francos por día trabajado (menos de un euro).
Una vida que bien hubiera podido ser diferente hace generaciones pasadas. Factores como la presión sobre la tierra causada por empresas multinacionales y el propio gobierno con el objetivo de explotar los recursos naturales y emprender grandes proyectos internacionales como la construcción de hidroeléctricas, han provocado la sedentarización de un pueblo que aún está aprendiendo a vivir en sociedad.
Una presión sobre la tierra a quien acompaña la preservación de los espacios naturales por la que los pigmeos baka han dejado de tener derecho a vivir de sus formas de vida tradicionales basadas en la caza y recolección.
El escaso sueldo que ganan apenas les da para alimentar a todos los miembros de la familia. Los hijos que padecen malnutrición, tienen la suerte de poder apoyarse en un programa de nutrición y acceso a la salud por el que están tomando una ración de bullie al día, algo que aun así resulta insuficiente una vez hayan acabado el tratamiento ya que será probable que vuelvan a caer debido a la falta de alimento.
“Bebemos para olvidar”
Beben para olvidar la situación en la que se encuentran. Frente a la escasa población pigmea baka que llega a poder sumergirse en el rumbo de la globalización y el mundo desarrollado, la mayor parte de los pueblos pigmeos aún continúan en un proceso de asentamiento que sólo podrán controlar si conocen las herramientas para poder decidir su futuro como pueblo.
“Quiero éxito para mis hijos y que muchos de ellos trabajen para que cuando yo sea mayor me puedan ayudar”
Cae la tarde en el pueblo de Odomou, la familia se reúne en el centro de los moungulus alrededor del fuego, al pie del camino, en una mañana de domingo más, en unas semanas, días y horas que se repiten para una familia que continúa dejando pasar la vida lejos de sus generaciones pasadas.
Camerún: Alimentos para la educación – Otras Voces en Educacion says:
12 septiembre, 2017 at 1:01 am -
[…] de Odomou. “Todo lo que hacemos es insuficiente para dar de comer a nuestros hijos”, explica Bombi Anne, mujer de Desiré. Ella trabaja los campos de los bantúes por menos de un euro al día. De sus 10 […]