Hace 13 años creímos que valía la pena amar a ciegas al mundo, hoy sabemos cada uno de esos latidos sordos nos es indispensable para seguir respirando. Gracias por no medir lo que das, porque no tiene medida. Gracias por levantarte cada día sabiendo que tienes una responsabilidad, que eres padre, madre, hermano, hermana, amigo, amiga, de 8.000 millones de latientes. Algunos más zerca y otros más lejos, pero todos familia y ninguno extranjero en el corazón.