¡Hola, familia!

En nombre de todo el equipo de Perú, Mamen y yo, Miguel, hemos pensado que sería bueno contaros cómo están las cosas por acá. Como muchos y muchas sabéis, desde final de julio nos encontramos la mitad del equipo en terreno, sacando como podemos el trabajo en estas tierras amazónicas, tratando que los proyectos no queden del todo paralizados. Hay mucho en juego.

Es necesario señalar, aunque seguro que ya lo sabéis porque vivimos en el mundo de la información instantánea, que la pandemia del Covid19, que ha provocado la mayor crisis humana a nivel planetario desde la II Guerra Mundial, está siendo especialmente cruenta en Perú, país que registra el mayor número de muertos por habitante. En mayo, el maltrecho sistema sanitario de Iquitos colapsó y a las puertas del único hospital que trataba enfermos de covid murieron asfixiadas centenares de personas. No había oxígeno para todos. Algunos médicos que enfermaron fueron trasladados de urgencia en avión a Lima, pero es un número anecdótico dentro de la catástrofe general. En un solo hospital murieron 13 médicos. Iquitos registra la tercera tasa de mortalidad más alta del país, que a su vez tiene la tasa de mortalidad más alta mundo… Según dos estudios de seroprevalencia realizados en las últimas semanas, más del setenta por ciento de la población Iquiteña se contagió por el virus.

Ni Ginebra, ni Francis, ni Mamen, ni Yolanda ni yo nos planteamos en ningún momento aprovechar los viajes humanitarios que el gobierno español ponía a disposición de los españoles que quisiesen ser repatriados. Aun a sabiendas de encontrarnos en un lugar donde poco podían haber hecho por nosotros si hubiéramos enfermado de gravedad, optamos por quedarnos para aportar lo que las nuevas condiciones nos permitieran. Y no ha sido poco. Más de 400 bolsas de alimentos entregadas a familias de la zona; apoyo a la posta de Salud de Santo Tomás, la cual no contaba con ningún médico en esos momentos; apoyo sanitario y logístico al Hospital de Santa Clotilde en el río Napo, que brinda asistencia a un área de 25000 habitantes, donde Mamen fue la responsable médico del área Covid19 y nosotros cuatro estuvimos trabajando en tareas de logística, comunicación y administración en los equipos covid que iban de comunidad en comunidad; seguimiento de medio centenar de alumnos de zonas aisladas donde no llegan los programas educativos estatales a distancia…

Tomamos la decisión de quedarnos por responsabilidad con la gente con quien nos habíamos comprometido: los desheredados del sistema. Nos expusimos a un riesgo que muchos profesionales sanitarios locales rehuyeron, saltándose su compromiso profesional y moral. Cuando recuerdo aquellos días duros de mayo, con entierros clandestinos cada dos o tres días en el cementerio que se encuentra en la puerta de nuestra casa, con las llamadas telefónicas intempestivas a Mamen de gente desesperada porque se estaba asfixiando… se me vuelve a poner el mismo nudo en la garganta de entonces.

En su momento, decidimos dar respuesta a la llamada de auxilio que desde el hospital de Santa Clotilde se emitió y desde el primer instante nos sentimos orgullosos de poder hacerlo, de encontrarnos en el lugar correcto en el momento exacto. Asumimos el altísimo riesgo de contraer la enfermedad que íbamos a correr y fuimos con el corazón alegre, pero, al menos en mi caso, contraído. Reconozco que algunas noches, ya allí, en las casas del recinto hospitalario donde nos alojamos, tuve pesadillas en las que me asfixiaba.

Por desgracia el padre de Francis y Yolanda enfermó gravemente y los tres tuvieron que viajar de urgencia a España, aunque fuera para despedirse de él. No lo lograron… Hasta su vuelta, Mamen y yo hemos tratado de hacerlo lo mejor que hemos podido. Aquí el sistema sanitario es precario, siempre lo ha sido, el año pasado se declaró una epidemia de dengue que mató a varias decenas de personas, que se sepa. Sin lograr acabar con ella, comenzó la epidemia de Covid 19. Desde entonces ambas pandemias conviven sin que nadie se ocupe de la primera. El programa de lucha contra la malaria se ha detenido… Así que os hacéis una idea de lo que sucede con ella.

A nivel personal, y esto siempre ha sido así, cuando tenemos que solucionar cuestiones médicas que no son urgentes, nuestro seguro sanitario no las cubre y debemos pagar una cantidad muy alta en hospitales privados. En España no nos costaría ni un euro solucionarlas, pero ir allá supondría abandonar lo que hacemos acá, y no se sabe cuándo podríamos regresar tal y como está la situación.

Como bien sabéis quienes nos habéis preguntado por ello últimamente, anímica y físicamente nos encontramos en buenas condiciones. Lo que peor llevamos es estar lejos de nuestros padres y la incertidumbre de si volveremos a verlos… Sin embargo, estamos convencidos de que es aquí donde debemos estar en estos momentos: dando la cara por quienes padecen mucho más de lo que podemos siquiera concebir.

Sinceramente creemos que todos los miembros que componemos esta gran familia podemos sentirnos orgullosos de cuanto se está haciendo aquí por la gente más necesitada, y os damos las gracias por vuestro apoyo y vuestro cariño. ¡Y ojalá pronto podamos hacer mucho más!

Mamen y Miguel